Teruel y las listas de espera. Destacado

Coincidiendo con la visita ayer de la Consejera de Salud a Teruel, el Heraldo publica hoy una columna de opinión de CESMAragón. Se trata del resumen de los criterios que este sindicato sostiene sobre listas de espera, plantillas de facultativos, Centros "periféricos" y OPE, por lo que lo reproducimos íntegro.

Las listas de espera de la sanidad pública española, aragonesa o turolense son siempre noticia. Y lo son porque suponen el mayor disconfort (cuando no sufrimiento) de los pacientes afectados. También porque se usan como vara de medir la eficacia de la gestión sanitaria: los días se entienden, miden y comparan fácilmente por todos y ya sabemos que las comparaciones son odiosas.

 Pero el caso de Teruel, del Hospital Obispo Polanco, se sale de lo habitual, aunque nuestra Consejera insista en que “vamos bien”. No son de recibo las cifras de listas de espera, ni diagnósticas ni quirúrgicas y, lo que es peor, no es de recibo su causa fundamental: unas plantillas de profesionales sanitarios, especialmente médicos, muy escasas. Y esto es así por una serie de motivos que actúan en perfecta simbiosis.

En primer lugar, porque la dotación de profesionales, la “plantilla orgánica” como se le denomina, es corta. Volviendo a las comparaciones, y sin querer marear con cifras, es tan sencillo como leer algunos datos que la prensa publica periódicamente, sobre cómo en determinadas especialidades hay el doble de facultativos en el Hospital S. Jorge de Huesca (donde tampoco es que sobren precisamente) que en Obispo Polanco de Teruel, por poner un ejemplo.

En segundo, porque las plantillas orgánicas, con ser escasas, están incompletas en muchas especialidades. De nada sirve decir, pomposamente, que hay diez traumatólogos en la plantilla del Obispo Polanco cuando dos de esas plazas están vacantes, lo que les reduce, inexorablemente, a ocho profesionales para abordar todo el trabajo.

En tercer lugar, porque a más trabajo, más estrés, más insatisfacción en el profesional y… más ganas de marcharse. Demasiado reciente está la explicación que nos daba un médico del H. Obispo Polanco para mudarse a un hospital comarcal del norte de España: “es que aquí hago diez guardias al mes y allí solo tendré que hacer tres”.

Cuarto, porque la nefasta (¿sería más cierto decir inexistente?) política de Recursos Humanos del Servicio Aragonés de Salud ha reconvertido la alegría de aprobar una oposición en el martirio del exilio permanente; sin pelos en la lengua, porque jóvenes profesionales temen que destinos alejados de su Zaragoza natal se conviertan en cadenas perpetuas al no existir traslados que les permitan la movilidad que a su familia o intereses les conviene. Y esto no es privativo de Teruel, ni mucho menos: lo saben también en Alcañiz, Barbastro o Calatayud, donde decenas de médicos llevan esperando un traslado quince o veinte años. Qué distinto sería que nuestros médicos, aprobada su oposición, probaran suerte en cualquiera de nuestros Hospitales: “si me gusta, me quedo; si no, ya habrá un traslado en dos/tres años”. Desde luego, así garantizaríamos la cobertura de todas las plazas de todos nuestros Hospitales.

Quinto, porque no se puede, además, castigar a los que sí están al pie del cañón. Es ese viejo tópico de que el cura regaña precisamente a los que han ido a Misa, trasladado al Obispo Polanco. Porque desde la Dirección del Hospital tampoco se estimula a quienes cumplen en el día a día. Y está demasiado reciente la polémica suscitada por las irregularidades en un tribunal que debía seleccionar un jefe de Servicio de este Hospital, como para que no sepamos todos de qué estamos hablando en concreto: éste y otros amiguismos enturbian las relaciones en un centro que ya está demasiado tensionado por su sobrecarga asistencial.

Y sexto, y lamento el jarro de agua fría, porque los Hospitales no curan, solo ayudan: un nuevo Hospital en Teruel es imprescindible, pero de poco servirá, aparte de hacer bonito, si se continúa con esta carencia crónica de facultativos, es decir, si no se invierten todas estas situaciones que la vienen causando.

Ayer en Teruel, la Consejera de Salud fiaba la solución de todos los problemas de plantillas a la inminente resolución de la Oferta Pública de Empleo (OPE). Lamento sinceramente no poder ser tan optimista. Tenemos el deber de recordar que ésta es la primera OPE sanitaria que se produce en Aragón desde las trasferencias sanitarias de 2002, cuando en la vecina Castilla La Mancha, más preocupados por conservar a sus médicos, llevan ¡cinco!.

También hay que recordar que se convoca esta OPE en abril de 2007 y en abril de 2010 aun no estará resuelta, lo que da idea de cuánto tiempo cuesta que una decisión política llegue al ciudadano, en este caso en forma de plantilla. O que ni se ha convocado aun la siguiente OPE (ni se la espera), incumpliendo flagrantemente todos los compromisos que Salud había adquirido con sus trabajadores (y con todos los aragoneses).

En estos días de crisis económica, hemos oído hasta la saciedad que uno de los problemas de la economía es la “confianza”. Puede decirse lo mismo de la OPE: si los médicos aragoneses no ven cambiar la tendencia actual de “oposiciones y traslados cada quince años”, difícilmente, por las razones ya expuestas, tendrán la confianza necesaria para ocupar plazas más alejadas de una Zaragoza que, con el 75% de la población de todo Aragón, es el origen mayoritario de nuestros facultativos. Si conseguimos que centros como el Hospital Obispo Polanco de Teruel les permitan conocer las bondades de trabajar en él (y, de paso, de vivir en Teruel), podremos evitar que Zaragoza siga siendo, además del origen, el destino preferido de nuestros médicos. “Vertebrar Aragón” era cómo se llamaban estas medidas, pero de eso hace ya mucho tiempo.

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