Del “espantabrujas” al “espantamédicos”: un recorrido por Aragón. Destacado

Supongo que todos habéis disfrutado con los tejados y chimeneas del Alto Aragón. Para nosostros son un espectáculo por sí mismos, independientemente de su hermoso entorno de pueblos y paisajes. Y en esos tejados y esas chimeneas, llaman la atención los “espantabrujas”. Con ese nombre no parece que haya que explicar la función de esos bonitos adornos, típicos -aunque no exclusivos-, de las chimeneas altoaragonesas. Hay que añadir, para los descreídos, que las brujas son una tradición muy arraigada en los pueblos montañeses y que nuestros Pirineos no son una excepción. Para estos descreídos, valga con añadir una función supletoria de los espantabrujas: evitar que el humo revoque en las chimeneas los días de mucho viento.

Siguiendo nuestra excursión por tierras aragonesas, encontramos, más al sur, una figura igualmente curiosa y esotérica: el “espantamédicos”. Aunque de mucha más reciente implantación, su frenética actividad en estos últimos años lleva camino de convertirle en un atractivo más de nuestro paisaje turolense, en directa competencia con mudéjares y dinosaurios. Se trata en este caso de directivos del Salud cuya principal misión consiste en evitar el enraizamiento de médicos en Teruel. Para ello se valen de actitudes hoscas, malos modos, recibimientos fríos, promesas incumplidas y contratos basura. Cuanto mayor es el deseo del médico de instalarse en Teruel, más intenso es el trabajo del espantamédicos. Y su labor alcanza el summum cuando el médico a espantar es del propio Teruel. Hay testimonios espeluznantes, algunos de los cuales no podemos dejar de relatar.

Teruel ya marcó un hito, ampliamente recogido por los medios de comunicación, en la sanidad española (y puede que mundial) cuando un jefe de servicio y otro de sección abandonaron espantados el hospital ante la incapacidad de los espantamédicos de dar solución a los problemas de personal del servicio. Posteriormente dos médicos más abandonaron el servicio espantados por el número de guardias de presencia física que se veían obligados a realizar.

Pero aún siendo llamativo no es, en absoluto, el único caso: fue ampliamente conocido el caso de un médico especialista que renunció a su empleo fijo (plaza en propiedad) vitalicio para dedicarse en la misma ciudad a la actividad privada. Son ampliamente conocidos entre el colectivo de médicos de Teruel (los rumores urbanos insinúan que hasta el mismísimo alcalde de Teruel conoce alguno), diversos casos de médicos especialistas con formación MIR, alguno de los cuales turolense de origen, que han sido espantados, disuadidos de instalarse en Teruel, por los espantamédicos locales, ¡aún existiendo vacantes! y han recalado en otros hospitales de Aragón o de otras comunidades . Y no menos conocidos son diversos casos de médicos de diversas especialidades que han sido atraídos al hospital de Teruel con promesas de contratos de larga duración y/o interinidad que, a la hora de la verdad (una vez el médico ha llevado a cabo el traslado de su familia y la pertinente mudanza y se ha instalado en la ciudad, tras rechazar en algún caso otras ofertas), se transforman en ofertas de contratos de duración limitada, muy limitada, a varios meses como máximo, acompañados de excusas vagas y peregrinas del espantamédicos, del tipo “yo lo he pedido pero no me han dejado” o “aquí siempre se ha hecho así”.

Traemos aquí las palabras de un médico especialista tras abandonar espantado el hospital dejando una vacante que tardó varios meses en ser cubierta: “yo estaba a gusto en Teruel, con la ciudad y su gente, pero profesionalmente me han ahogado”.

El lector ya se habrá percatado de la ausencia de datos personales concretos, con lo cual garantizamos el anonimato de los protagonistas. Pero existe (y disponemos de él) un amplio soporte documental y/o testimonial que demuestra la existencia del espantamédicos ... se trata de una licencia que nos permitimos para preservar a los médicos de represalias, a las que tan acostumbrados están tantos facultativos del hospital turolense. Unas represalias que se manifiestan en forma de la nula consideración personal y profesional que se tiene con ellos (el espantamédicos pretende saberlo todo de cualquier disciplina, a pesar de su escasa cualificación y preparación para el puesto que ocupa), las continuas descalificaciones e insultos personales que se les dedican (llegando a ser calificados por los espantamédicos de “ratas que se unen”) y amenazas de demandas judiciales por una presunta “afrenta al honor” del espantamédico, como si la que está mayoritariamente considerada como la peor gestión de la historia del hospital no pudiera ser criticada.

Un precepto básico de márketing, (mercadotecnia en su acepción española) establece que un cliente insatisfecho genera la pérdida de cinco potenciales clientes. Parece lógico que una gestión de personal con elementos como los descritos convierta en poco atractivo la empresa en cuestión, lo cual se ha manifestado en vacantes que ni siquiera son cubiertas cuando, a través de una OPE (desastrosa, como ya es evidente para casi todos, hasta el punto de constituir otro hito en la sanidad española y quizá, también, mundial), se ofertan como trabajos estables de por vida. Dicho claramente: un médico espantado va a generar, a través del simple boca a boca con sus compañeros, varios médicos que ni se molestan en preguntar por posibles ofertas de trabajo. Y la leyenda crece y crece amenazando con tener serias consecuencias durante los próximos años.

En estas condiciones, resultan perjudicados por el escaso atractivo del hospital los mismos médicos que subsisten (en estado, naturalmente, de espanto) en el propio hospital al espantamédicos, como profesionales por la sobrecarga de trabajo realizado en un clima laboral enrarecido y como usuarios del sistema, pero, sobre todo,  son los propios ciudadanos los que pagan la factura de una nefasta gestión. Recurramos a lo que tanto gustan de usar los políticos y gestores: los números. La lista de espera de consultas superó los 4000 pacientes a finales de 2009 y desde entonces se mantiene en cifras superiores a los 3500 pacientes coexistiendo con el esfuerzo de los profesionales en reducir las demoras; la lista de espera quirúrgica ha roto recientemente la barrera de los 1500 pacientes esperando una intervención quirúrgica (y eso la estructural; la general se aproxima a los 1700) y está obligando a los espantamédicos a llevar a cabo diversas estrategias que más parecen de maquillaje que de auténtica resolución del problema y que quizá algún día sea objeto de otro comentario por nuestra parte. Recordemos también que, tras alcanzar varios meses de demora para la realización de diversas pruebas diagnósticas, ignorando las peticiones de recursos humanos de los médicos, fue necesario recurrir a unidades móviles de TAC y resonancia magnética, retrocediendo varios años en el túnel del tiempo. Y, por último, recordemos la necesidad de que diversos médicos se desplacen desde otros hospitales, de forma más o menos voluntaria (aceptamos, por esta vez, pulpo como animal de compañía), para cubrir los turnos de atención continuada.

Ni los médicos ni los ciudadanos de Teruel se merecen esta situación. Hora es ya de que alguien ponga fin a esta deriva, confinando a buen recaudo a los espantamédicos. De ser necesario, nosotros ponemos las ristras de ajos.

Visto 1235 veces
Valora este artículo
(0 votos)

Contacto CESMAragón

C/ Madre Vedruna, nº10, 5º Dcha.

50.008 de Zaragoza

+34 976 23 93 71

+34 976 23 93 72

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.